24 d’abril, 2013

La Família, un lugar para el desarrollo



La Conxita Martin, psicòloga del Centre de Serveis Socials de Sant Andreu, ens envia aquest article que ha extret del llibre "BEBËS. Experiencias desde un vértice psicoanalítico" de Rosa Castellà.

Pel seu interés el volem compartir en aquest blog:



"Cuando uno observa al bebé con sus padres, un caleidoscopio de movimientos, relaciones y actitudes se manifiestan apareciendo los comportamientos más espontá¬neos e íntimos. La capacidad para la entrega, la particular manera de enfrentar la insatisfacción, además del contacto con lo emocional entretejen el terreno en que este bebé va a desarrollarse. Terreno fértil o seco, capaz o no de flexibilizarse a cada nuevo acontecimiento que este recién nacido plantea en su impulso hacia la autonomía.

El deseo de tener un hijo como fruto de la relación amorosa de la pareja genera un buen clima para el desarrollo mental.
Si los padres se brindan a la experiencia apasionada de emoción y dolor mental del proceso de desarrollo de este hijo, se encuentran paradójicamente sumergidos ellos mismos en otro proceso similar de crecimiento mental. El hijo lleva la llave que abre la posibilidad de repensar la experiencia de su propia vida infantil. Las identificaciones con lo bueno que se les otorgó y las contraidentificaciones con lo que se consideró malo, van a jugar un papel decisivo en las actitudes hacia su propio hijo. En consecuencia, el hijo estimulará a reelaborar las relaciones de los padres con sus propios padres. Los progenitores pueden observar la experiencia de educar desde los dos vértices: como padres y como hijos. Mirada hacia alguien que empieza, mirada de los que los precedieron que acaba, momento privilegiado de la vida.



Crecimiento mental 


 El bebé llega a este mundo con un patrimonio potencial para el desarrollo mental y físico, la familia y su comunidad estimulará estas capacidades o las entorpecerá.


 Las fantasías de los padres abonan el terreno que va a ocupar este hijo en su seno, la tierra seca puede venir de una madre deprimida y sin ilusiones, la tierra encharcada de padres que invaden al hijo con sus fantasías y proyectos personales, ahogándolo. La ausencia de funciones paternales sería como la ausencia de abono que este hijo-planta necesita para alimentar su mente. Cuando la pareja-padres (Meltzer, Harris, 1989) genera amor, promueve esperanza y contiene el sufrimiento dentro de los límites requeridos para la asimilación de las experiencias emocionales, el desarrollo mental con la verdad como alimento, florece. Entonces, el vínculo que se establece genera confianza. Desgraciadamente no siempre ocurre así, en ocasiones una comunicación perturbada oscurecida por los mecanismos de defensa que falsean la verdad crean un mundo irreal y de desconfianza mutua; a menudo actúan como veneno impidiendo, paralizando el crecimiento y dando trastornos en el pensamiento.


 Bion (1965) describe tres condiciones para el crecimiento mental.:



  • La primera estaría del lado del bebé en su equipamiento inicial, la capacidad innata de tolerancia al dolor. Para poder pensar, es decir transformar las impresiones sensoriales y las experiencias primitivas en pensamientos es necesario el choque con una realidad que no satisface, el desequilibrio consecuente (Freud, 1911) provoca dolor mental y nos obliga a percatamos de lo que está ocu¬rriendo. De este modo se abre una fisura y con ella la posibilidad del pensamiento, en suma, el poder interro¬gamos y conocer una situación nueva. Los pensamientos emergentes posibilitan la modificación de la frustración, mediante algún procedimiento que resuelve la insatisfacción. En cambio si la intolerancia para el dolor es grande el recién nacido intentará evadirlo y lo que podría haber sido un pensamiento queda abortado: el bebé sólo buscará desesperadamente la evacuación. Estas dos vías se presentan en todo infante y vehiculizan dos desarrollos posibles: el primero, cuando predomina la tolerancia al dolor, permite la posibilidad de crear pensamientos y consecuentemente el enriquecimiento mental y el cono¬cimiento y en cambio, el segundo se manifiesta por la lucha constante de desprenderse del dolor sin poder encontrar una vía que implique una salida exitosa al sufrimiento.
  •  La segunda condición para que se dé el pensamiento y por tanto el crecimiento mental, depende de que el bebé encuentre una madre (o personas que hagan esta función) con capacidad para comprenderlo (lo que Bion llama reverie, ensoñación o estado de receptividad materna). Si la madre es un tejido permeable que recoge las mani¬festaciones de su hijo, como ser humano capaz de pensar y sentir emociones, puede entenderle y poner en palabras lo que a su bebé le pasa, ayudándole a mentalizar y transformar las impresiones sensoriales en pensamientos. En síntesis, la madre modifica el estado de frustración del bebé y convierte su malestar en comprensión de su estado emotivo y de esta forma abre la posibilidad de pensar. Bion (1962) llama a esta relación Continente-Contenido: continente mental donde se recibe lo proyectado y se procesa. En este proceso, el bebé a causa de la precariedad de su desarrollo mental tiene experiencias emocionales de las que por sí solo no puede extraer un significado. Al captar el sentido de estas experiencias, la madre las devuelve al bebé a través del lenguaje verbal, gestual y musical. El bebé no sólo incorporará lo significado por la madre, sino también la función de "dar significados" de modo que al asimilar esta función podrá, posteriormente, desarrollarla por sí mismo y dar significado a sus propias experiencias emocionales que a su vez promoverán nuevos pensamientos. El fruto maduro de esta relación es el surgimiento del interés por todo lo circundante para este infante humano investigador incansable.
  •  Una tercera condición para que se mantenga el cre¬cimiento mental dependerá de que el bebé no sólo quede interesado por este primer objeto de relación, la madre, sino por otras personas de su entorno que enriquecerán sus relaciones afectivas en un mundo plural. El vínculo matricial binario debería ser vehículo y abertura al tercero, el padre y a partir de él con otros; por tanto con los vínculos creativos de la sociedad y la cultura. Un obstáculo que impediría el desarrollo mental vendría dado por una madre excesivamente "comprensiva", que con su conducta alargaría un estado idílico de idealización mutua. Se daría cuando la madre busque su completad en el hijo y éste devendría el representante de sus necesidades egocéntricas; el niño entonces quedaría atrapado en un estado de fusión cerrando sus posibilidades de evolución. Por otro lado una pareja con malas relaciones lleva fácilmente a la obstrucción de la autonomía y el progreso mental del hijo. A menudo el núcleo principal es la lucha competitiva entre cada uno de los padres para formar una pareja con el propio hijo provocando celos y dejando excluido al otro, en estos caso el hijo podría ser la víctima al que los padres con sus propias dificultades no dejan crecer.
En síntesis, cuando se dan las condiciones positivas: tolerancia al dolor, función continente-contenido y madre como primer objeto que vehiculiza la relación con el tercero, la posibilidad de una relación en espiral benefactora se establece y se realimenta constantemente en un vínculo de confianza y atmósfera de serenidad progresivas, ya que se establece un espacio mental en donde se enfrentan los conflictos, se crean pensamientos y nuevos significados para una mente en expansión.
Los padres son los agentes que la vida coloca porque con su colaboración y estímulo presiden el desarrollo de su hijo. El trabajo paternal no es un acto pedagógico sino de descubrimiento de un proceso natural del desarrollo de una mente, no son los padres que crean el proceso, la vida lo crea y ellos lo acompañan. Estaríamos contentos si nuestro trabajo ayudara a los padres a no interferirlo."

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